jueves, 14 de octubre de 2010

Debería tener un título

Antes de que los reproches revuelvan la conciencia, que los recuerdos se abarajen con una mano tramposa en la memoria y que el perfume del cuello que besaba cumpla la fecha de vencimiento,

Él se marchó.

Puso en su valija las pocas cosas que tenía, dos camisas viejas, una foto de una sonrisa anónima, 2 preservativos y su disfraz de Ninja de la buena suerte. No agarró ningún libro, ya que todo lo que estaba escrito le parecía inaplicable, lejano, una mentira. No quería que le cuenten más nada, pero si necesitaba música, quizás no buena música, pero música al fin para que la realidad no sea tan difícil, para que el acto de pensar tenga cierta compañía.

Miró el pequeño departamento por última vez, la cama estaba deshecha, había tenido sus guerras, sus buenos momentos, pero ya estaba acabada. Facturas vencidas cubrían la heladera, una planta se estaba muriendo de pena en un rincón, ella estaría por llegar de su trabajo y con lo único que podrá discutir será con el gato, si es que este no salió a buscar amor por los tejados.

Algo andaba mal con el mundo, quizás era lo mismo para todos, pero él se había dado cuenta muy en su interior y no aceptaba conformarse con lo que el presente le ofrecía. En algún punto del conformismo había perdido, la rutina lo había aplastado, sin darse cuenta se había aburguesado. La soberbia de poder cambiar las cosas se había perdido, el mundo ya no era un lienzo en blanco para dibujar sueños irreverentes, era lo que era, ni más ni menos, algo podrido, extraño y lleno de gente.

Antes de que lluevan adoquines que no podrá atajar con su paraguas, de que el amor se convierta en un insulto que abusa de la palabra, antes de que el desayuno en la cama sea sólo para cuando se está enfermo, de que no existan nuevos sabores, de que los besos pesen tanto como la rutina, de que el sexo sea sólo para los feriados y de que los sueños se disipen, como un cobarde del montón, él se marchó.

El mundo no cambió en lo más mínimo. Él ya no tiene plantas porque no soporta perderlas, ahora viste su traje de Ninja de la buena suerte y pide monedas a cambio de una foto con una sonrisa anonima en la fuente de la plaza.

1 comentario:

noe mas dijo...

Recuerdo una conversación en que vos te vestías de ninja y yo de Patricio. En algún rincón de mi blog debe estar...

Me gustó esto, mucho me gustó! Como que lo de la rodilla al final te detuvo y te sentaste a escribir!